por Alejandra Schmidt
Sabemos
que la primavera trae renovación y nacimiento; sin embargo, cada año que nos
visita nos vuelve a sorprender con la belleza de su obra: las flores, los rayos
del sol, los cantos de los pájaros, la brisa tibia del viento, en fin, una
serie de ofrendas que nos trae esta estación tan especial. Quizás por esto no
debí asombrarme tanto al ver el regalo que trajo este año hasta mi casa, pero
no pude hacer menos… En la ventana del dormitorio de mis hijas descubrí un nido
y sobre este un solo huevito blanco. Había visto a la madre pájaro ir de aquí para
allá durante el fin de semana, pero jamás pensé que estaba construyendo el hogar
para recibir a su hijo justamente en la ventana de los míos.
Tuve
que recurrir a la sabiduría de Bruno, el hijo de la ogresa en Mis
vecinos los ogros, para reconocer desde mi ignorancia que la visita se
trataba de una tórtola. Él me hubiera instruido en no acercarme mucho, pues son
asustadizas, y en no sorprenderme por la precariedad de su nido, construido con
tan solo algunos palitos. Dicen que las tórtolas anidan a partir de octubre y
mi nueva amiga lo hizo justo en la fecha. ¿Qué habría pasado –me pregunté– si
tal como las picaflores de Arica se hubiese desconcentrado de su tarea? Si mi
tortolita se hubiese deslumbrado como las nortinas de la fábula Colas
de colibrí con las plumas de la cola de otro pajarito, quizás ese
huevito blanco, liso y perfecto, no estaría preparándose para dar paso a una
nueva vida.
Y
entonces la primavera se congelaría como en un cuento de hadas y no podríamos
presenciar el baile de los vientos y las rosas bajo las órdenes del picaflor
que, como un maestro de orquesta, dirige armoniosamente esta danza en uno de
los cuentos del Baile del picaflor. La vida sigue su curso y el universo cuida
que todo se cumpla de acuerdo a lo esperado y, aunque algunos eventos nos
sorprendan, como la muerte de la tenquita sobre la gélida nieve en ¿Quién
mató a la tenquita?, comprendemos que incluso esto sucede por algo, que
todo obedece a un ciclo, que cada una de las cosas tiene su razón de ser.
Entonces no me queda más que esperar quince días –tal como me sopla Bruno- para
ver romperse el cascarón y aparecer curioso al mundo a un tortolito o tortolita
que ha sido enviado a hacer de las suyas en la Tierra.
Para
observar la naturaleza en primavera, te recomiendo estas lecturas (haz clic en los títulos para revisar sus fichas):
-¿Quién mató a la tenquita?, de Saúl Schkolnik con ilustraciones de Carmen
Cardemil.
-El bailedel picaflor, de Alicia Morel con ilustraciones de Fabián Rivas.
-Colas de colibrí, de Víctor Carvajal con ilustraciones de Alex Pelayo.
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